viernes, 25 de octubre de 2013

De mayor quiero ser como ese


<< Después de meses sin levantar cabeza, conduje hacia el observatorio con ganas de volver a mirar el firmamento. El limpiaparabrisas apartaba los copos de aguanieve que intentaban adherirse al cristal y en la radio sonaba una versión ñoña de 'Wish You Were Here'.
 Mientras tamborileaba los dedos contra el volante, gritaba el estribillo sin saber apenas inglés. La música es un lenguaje universal, qué más da que esté escrita en otro idioma.
Aminoré la velocidad y giré a la derecha en un camino de tierra que se dirigía al interior de la montaña.
Si preguntas a cualquiera, te dirá que los observatorios astronómicos están situados lejos de las ciudades para evitar la contaminación lumínica, lo que no deja de ser cierto, pero en realidad es porque los astrónomos necesitamos alejarnos del mundo para poder ver el cielo. Por un momento dejamos el disfraz de humano colgado en casa y nos internamos en la distancia, en los años-luz que nos separan de las estrellas. Nos ponemos la bata y miramos al cielo. Y nos olvidamos de todo. Es lo que sucede cuando miras algo tan inmenso, algo que no abarcan los ojos. Si habéis mirado durante horas un atardecer en el mar o el crepitar de un fuego sabréis bien de lo que hablo, de esa sensación de que eres tan pequeño que ya no importan tus problemas, no importan tus logros... no importa nada. Y cuanto más te fijas en la inmensidad más te empequeñeces  hasta no ser más que un punto en la distancia.

Yo llevaba mes y medio fuera, entre folios rediseñando las órbitas que tendrían que trazar los cometas al pasar por la zona que estábamos observando. Entre cálculos farragosos y cuestiones burocráticas me había distanciado de mi precioso telescopio, y eso para la gente como yo no es nada bueno.
Porque para los astrónomos, el cielo tiene todas las preguntas, y en él están todas las respuestas. Todo ese papeleo era sólo para lidiar con los hombres y a veces se me hacía muy pesado tener que estar rellenando formularios con mis preguntas allí arriba esperando a ser contestadas.
Pero aquel día por fin regresaba a la acción. El coche daba tumbos en parte por mi alegría contenida y en mayor parte por el camino sin pavimentar que serpenteaba hacia el único edificio en diez kilómetros a la redonda. Era alto, y de piedra, y podría confundirse perfectamente con un castillo si no fuera por los ventanales que recorrían el lado que apuntaba hacia el camino y por una cúpula situada en la parte de atrás.
Había luz encendida, Mike ya estaba preparándolo todo.
Aparqué el coche y salí de él dejando la puerta abierta. Es algo que había visto que hacían en las películas y quería hacer por lo menos una vez en la vida. Seguro que tenéis la imagen del chaval al enterarse de una noticia importantísima saliendo corriendo de la casa dejando la puerta abierta. A mi me ponía de los nervios. Como si tuviese claro que no le iban a entrar a robar en la casa o le diese todo igual. Pues en ese momento a mi me daba todo igual, aunque tampoco es que hubiera mucho riesgo dejando abierto mi Renault 5 en mitad del campo. Lo más peligroso que podía pasar es que se lo llevase un jabalí por delante.

Pero sí que tenía algo importante entre ceja y ceja y por eso corría, por un descubrimiento que, de ser corroborado ese día experimentalmente, arrancaría para siempre la hueca soledad de la palabra Universo... porque yo, había encontrado un planeta candidato a albergar vida. Quién sabe, quizá hasta vida inteligente.

No recuerdo cuántas veces se me cayeron las llaves del nerviosismo al no atinar en la cerradura, pero sí que apenas saludé a Mike y me lancé a los controles del telescopio. "Hola pequeño" Le dije nada más encender las pantallas, y Mike supo que no le estaba hablando a él.
Recalibré algunos errores, e introduje las coordenadas cantando el How I wish, How I wish you were here esperando ciertamente que mi planeta estuviese de verdad. Que existiese.
Así que mientras esperaba a que la imagen fuera lo suficientemente nítida como para distinguir mi bebé, me di cuenta de algo que se me había pasado por alto durante todo este tiempo, y que me dejó completamente helado. Era un afortunado. Recuerdo que hice una lista mental de cosas por las que dar gracias y la lista cada vez aumentaba más y más. Cuando ya era kilométrica me imaginé extendiéndola como una alfombra y caminando sobre ella parándome en cada hito con una persona a la que estaba seguro que tenía que agradecer algo. Aún hoy estoy caminando esa lista con la sensación de que un gracias mío es poco para lo que se merecen mis hitos.
Pero mientras yo estaba en las nubes, las pantallas, como en una ecografía del cielo, mostraron mi planeta. No tenía apenas atmósfera. Vida completamente descartada. Mi planeta era sólo una roca flotando en el espacio... Como un niño saltando a coger un globo atrapado contra el techo, yo sólo llegaba a rozar mi triunfo con la punta de los dedos, y cuanto más me acercaba más alto parecía...
Un fracaso tan estrepitoso habría desmotivado a cualquiera, pero por raro que parezca a mi no,  a mí me hizo verlo todo desde otra perspectiva. Que era un afortunado, sí, pero no sólo por todo lo bueno que tenía, si no también por todas las cosas malas por las que había tenido que pasar, pues todas me habían enseñado algo.
Y gracias a que ese día no tiré la toalla estoy aquí ante ustedes recibiendo este premio, gracias a que ese día aprendí algo de la derrota he encontrado por fin el maldito planeta.
Quiero dar gracias por supuesto a mi familia, a Mike y a toda la gente que ha hecho posible este descubrimiento, y que no suene egoísta si digo que hoy estoy tan orgulloso de mí mismo que besaría todos mis errores, todos los trenes que no llegué a coger todas mis batallas perdidas, todos mis fracasos, todos mis suspensos, todas mis astillas... abrazaría a todos mis enemigos, a los amigos que me dejaron tirado en la cuneta, y se llevaron su trozo de alma al salir, a las mujeres que nunca llegaron a entrar pero clavaron su estaca... Haría un pasillo con todos mis yos pasados felicitándome chocándose las manos entre ellos, gritando, diciendo mientras me señalan 'De mayor quiero ser como ese'

porque también ellos me han hecho
ser como soy
estar donde estoy
porque sin ellos nunca habría llegado a conocer las estrellas.>>

                                                                    Discurso de                
                                                                    al recibir el Premio Nobel

miércoles, 16 de octubre de 2013

Dorian

Yo ya no soy
ese algo que se queda a medias
por vivir con miedo en medio de mi edad de mierda
veinte,
como los poemas sin su canción desesperada
pero con la desesperación del que ya no espera nada
y nada a ciegas
siempre con la mitad faltante atrapada entre folios
en una malla de letras y números que no deja ver más allá
leyendo entre líneas los restos que dejo en cada espacio en blanco.
Ya no soy eso.

Yo no soy ya
la sombra de otro
la imagen  que se copia eternamente en su espejo creyendo que por ello existe
el burdo retrato siempre a medio pintar,
 a medio derruir, a medio esclarecer, a medio camino de ninguna parte
y por eso me parece justo
que ya que por una vez estoy completo
ahora sea este poema el que no envejezca
y se quede a medias por mí.