miércoles, 9 de diciembre de 2015

Alce, su copa

Te señalan con el rifle,
te apuntan guiñándote un ojo,
presionan el gatillo y brotan críticas,
flores,
palmeras, semen.

Hay una orquesta tocando
para ti.

El director extiende la mano acariciando un espejo,
y las balas cortan la lluvia
y las trompetas como brochas
pintan música en el aire,
y los perros agitan la cola
y el público sigue el ritmo con tus hombros.

Es una orquesta
y tú un alce en el escenario,
pánico en el orden, el ligero empujón hacia el caos
que mantiene el mundo imprevisible.
La grada aplaude sin cansarse.

—Sólo paran los que recuerdan que deben
trabajar el día de después,
nadar hasta el siguiente madero,
vivir un día más; el resto
morimos en cada instante
apostamos todo a nuestro futuro
todo al negro,
hasta que nos echen del camino.—

Y vienes tú y me dices que
estos mapas no sirven
que es
una orquesta y eres
un alce en el escenario,
una tormenta esperando su barco.

Que los mapas no sirven, que las partituras no sirven, que las normas no sirven
porque están perdidos de propósitos
que tú
eres un alce que está
subido a un escenario
y que si quiero que esto tenga algún sentido

será mejor que dispare.

sábado, 7 de noviembre de 2015

Te levantas y todo se levanta contigo

Sopló una magdalena con una vela encima. Menuda fiesta de cumpleaños, desayunando a las seis de la mañana y sola.
—¡Soy sólo un triste recipiente!—dijo la taza angustiada, tal vez para desviar la atención.
Ella posó sus labios en el borde, en la tapa abierta de sus sesos y bebió. Unas gotas negruzcas se quedaron adheridas por la parte externa, desafiando la gravedad, esa estúpida ley que hace creer a las cosas que su deber es caer contra el suelo.
—No entiendo qué quieres decir, tranquilízate. —dijo.
—Nunca soy la importante—continuó la taza entre sollozos, las gotas comenzaron a deslizarse porcelana abajo— la gente no me quiere por mí misma. Nadie toma simplemente una taza, siempre me piden con apellido: una taza de leche, de té, de café. Soy el acompañante obligado de lo que de verdad quieren.
—Espera, tómate la magdalena, suénate el café. Se me acaba de ocurrir una idea. ¡Camarero!
—¿Sí?
—Sírvame un buen chocolate caliente, por favor. En la misma taza, si puede ser.
El continente notó el contenido fluyendo en su interior, burbujeando como lava dulce.
—Ahora he pedido chocolate a la taza. ¿Mejor?

Y en el chocolate espeso se formó un grumillo feliz.

domingo, 4 de octubre de 2015

Si sólo conocieses la lluvia

If you only knew the rain. Balmorhea
Si sólo conocieses la lluvia — ya sabes
esa cortina que cubre la puerta de tu casa—,
los días soleados serían insípidos,
abrirías la boca con dejadez
como el que espera algo a cambio de cada palabra
y terminarías pidiendo eso,
lluvia,
como el que pide a Dios un cigarrillo.

Perdona, ¿tienes agua?

Si sólo entendieses la lluvia
—ese dialecto del agua—
la buscarías en el bote de segundos que llamas tiempo,
pidiendo que lo que se agota
sea gota,
mentirías hasta en las canciones sin letra
y las cosas perderían su importancia poco a poco.
Trabajar, estudiar,
dormir, jugar, ver la tele,
serían
medios para comenzar cada mañana diciendo
“buenos días”
aunque en realidad no lo fueran.

Porque aún no ha llovido


Lo fácil es ser feliz con el vaso lleno,
píntate unas gotas en la ventana y
salta en los charcos que aún no han nacido.

viernes, 21 de agosto de 2015

Herido, pero vivo

Olvídate de dignidades, has vivido
una guerra desde dentro,
eres
el último soldado en pie
y por tanto tienes todas las esperanzas en ti,
conoces el precio de la sangre
porque la has palpado con los ojos,
porque la has pisado,
y tus huellas aún son rojas.

¡Qué importa el ridículo que hagas!

Equivócate sinvergüenza
                alguna,
que el orgullo es una toalla que
no seca ni se cae;
tan pronto es bandera como alfombra
y puede
hinchar las cenizas hasta que sepan a caviar…
para seguir siendo polvo.

Cegado de orgullo, cerrado de miras,
ahora que eres la estela de tus miedos
vengo a proponerte que tapes tus heridas con papel
de libro, que te dejes abrazar por lo escrito
porque a veces
la tinta es a la piel
lo que la nieve a las montañas :

la hierba crecerá mejor allí
donde las palabras se derritan.

domingo, 26 de julio de 2015

Brindis

Brindo por tu sonrisa —hoyuelo en uno—,
para que siga confundiéndose con el flequillo de los sauces,
en la aleación de time y weather que siempre acaba siendo
el tiempo:
algo que se derrama.

Brindo por ella, por la chancla en peligro de extinción que es
poder sentirse auténtico,
intacto,
por la indescifrable llamada de tus dientes,
el dormir con molinos y despertar con gigantes;
la enorme miga de pan que destripa las aceras.

Y alzo mi cojín por el delirio
que de rosas
está el campo lleno,
por la unicidad del vasto cielo al que ladramos
los corazones vagabundos;
y por la luna, el único vinilo que se escucha
cuando todo se hace silencio.

Esquivo otro cumplido,
sólo sé escribir sobre cosas que se tambalean.

Soy el herrero que funde las manos de una cadena humana,
la bandera que ondea sin viento,
y brindo
porque encuentres la paz que no buscas,
porque entiendas
que esto siempre fue una carrera en solitario
de ti contra ti mismo…

Una batalla que nadie puede ganar
sin perder algo a cambio.

lunes, 25 de mayo de 2015

Planos de una casa hecha de nubes

Para soñar bien, hazlo hacia delante,
nunca en lo que podría haber sido.

No bucees en lo imposible del pasado, pues
demasiado peso puede hundirte;
sueña a sorbos, pero
constante, empujando tus paredes con paciencia,
creciendo al mismo ritmo que tu deseo de crecer, 
pues de lo contrario tu anhelo será tan grande,
que te hará pequeño.


Trabaja, que
un sueño se hace realidad a base de no dormir,
en esta escalada falta más oxígeno cuanto más cerca estás de la cima,
y es duro, diamante en bruto,
pero tú lo eres más.

Recuerda todas esas veces que dijiste ya no puedo
que gracias a que eso fue mentira
hoy sigues aquí.

Llegará un momento entonces,
en el que el premio te arrastrará a la cima,
la meta tirará de ti con la fuerza de un planeta,
y sólo tendrás que dejarte llevar,
a donde aún se cumplen los sueños,
en algún lugar dentro de ti.

sábado, 9 de mayo de 2015

No seamos tampoco de esos

A ti y a mí, que no nos una la mediocridad,
que no nos una el hastío,
ni el fuego helado del destino
decida qué permanece y qué muere.

No seamos ángeles caídos que
por casualidad, coinciden en un mismo cuenco de barro,
y se juntan por tristeza mutua.

Tampoco de esos que descubren que era amor
 en la penúltima parada
mientras ven pasar las horas
—muertas como peces—
río abajo.

Decidamos pues, vivir el entretiempo
entreguemos pues, pronombres y renombres
reescribamos pues, un guión sin argumento
dibujemos pues, dos paralelas que se tocan.

Seamos pues, cuerpos chocando como mares
mendiguemos pues, otro beso que llevarnos a la boca.
disfrutemos pues, del cine, del teatro y  de los bares

abracemos pues,
la ceniza sobrante de los días.

lunes, 6 de abril de 2015

Cuatrocientos

Mi sobrina pequeña sabe contar hasta cuatrocientos. Bueno, es mentira, sabe contar hasta diez pero después da un salto hasta el cuatrocientos. No sé por qué exactamente ese número en concreto, pero me imagino fácilmente a su padre regañando a alguno de sus hermanos: ‘Te he dicho cuatrocientas veces que recojas tu cuarto’.

El otro día se acerca y me dice:
—Tío, cuando yo tenga cuatrocientos años, ¿me seguirás llevando a dar de comer a los patos?
Yo la miro y me pregunto quién será el que le diga que eso es imposible, que nadie vive tanto y que aunque para ella aún quede mucho, después del diez va el once.

Desde entonces me asalta una pregunta:
¿Sabernos mortales nos hace mortales?

sábado, 4 de abril de 2015

Cuando el sabio manco apunta a la Luna, el tonto no tiene dónde mirar.

Llevo varias noches con el mismo sueño. No se va, me espera entre ceja y ceja—en la dimensión en la que esperan los sueños a que te duermas— y cuando cierro los ojos, ahí está otra vez el conejo blanco peludo y esponjoso. Yo lo sigo—sí, todos los sueños lo sigo, por los visto en sueños tampoco aprendo— y él se va haciendo cada vez más pequeño en la distancia.
Me agoto corriendo y sudando, tanto que llega un momento en el que tengo que parar a tomar aire. Se ve que en mis sueños tampoco estoy en forma, ni en espíritu. Respiro encorvado con las manos sujetándome las rodillas para que no me tiemblen. El conejo es un punto casi, unas orejas sobresaliendo en el horizonte.
Lo doy por imposible y me concentro en mi respiración, doy una inspiración tan profunda que por un instante soy consciente de que es un sueño y noto el cuerpo real que me está soñando respirando al unísono conmigo.
El conejo aparece a mi lado, saca sosegadamente su reloj de bolsillo y mirándome me dice: “Es tarde”.
“Es tarde” me repite. “Es tarde”. Se aparece repetidas veces con un “Es tarde” en la boca mirándome desde distintos ángulos.  “¿Tarde para qué?” Grito yo, y me contestan todos a la vez: “Para…”

Entonces me despierto sudado en mitad de la frase. Miro el reloj cabreado porque ya hace quince minutos que debería estar saliendo hacia el trabajo. Y todo por el maldito conejo de Alicia.

miércoles, 1 de abril de 2015

Salmo a teo/ Salmo del triunfador perdido

Aquel que tiene un porqué
puede enfrentarse a todos los cómos. 
F. Nietzsche

En vano trabajan los albañiles
si no siguen los planos del arquitecto,
en vano acarrean comida las hormigas
si no saben dónde está su casa.

Inútil aquel que construye un puente
que empieza en su orilla y acaba en su orilla,
aquel que no apunta al disparar, que no se pregunta
a dónde va,
ni de qué está hecho, ni qué le mueve.

Inútil el que agranda su figura con espejos.

Pues todos esos serán brújulas grandes
con letras grandes y flechas grandes,
pero sólo darán vueltas.

Inerte el que avanza por inercia
y elige el camino fácil porque es fácil,
el camino cómodo porque es cómodo,
el camino recto porque se ve el final.

Ingenuo el que piensa que el sendero le dirá por qué camina,
pues el sendero no da el motivo
el motivo marca el sendero.

Y aquel que tiene un porqué
puede enfrentarse a todos los cómos.

sábado, 7 de febrero de 2015

Paren las rotativas

‘Iñigo, escribes siempre igual’

Creedme cuando os digo que he intentado infinidad de veces no parecerme a mí,
y a ratos lo consigo,
pero me paso al intentar
no parecerme al que no se parece a mí
y regreso a mi mismidad más fuerte que nunca.

Soy lo que lleva y trae la marea
cuando trato de no hacer las cosas como yo las haría
cuando trato de que se me vea el otro que no soy
y empujo a mi yo mediocre hacia la nada.

Porque allí donde te escondas de todo,
seguirás estando tú.

Bueno,
soy el que soy.


Perdonen las disculpas.

jueves, 15 de enero de 2015

La gente como tú no se enamora de alguien como yo

Este no es un poema para vanagloriar el fracaso
y sin embargo, se escribe solo,
pues no puedo prometerte palacios ni islas,
ni el azul de los mapas de Salinas,
ni que cuando teclees mi nombre
allá en tu cielo
yo ya no sea
el yo continuo que escapa de mí.

Si me pierdes de vista
sigue caminando,
a veces doy un paso atrás para descansar a la sombra,
para que el sol no mire mi espectro
a través de mí
calcado en una radiografía.

Recuerda cuando borres las nubes
y se te empapen los párpados de lluvia que
necesito agua y luz a vasos iguales,
que mi silla se balancea al compás de un círculo
y mis huellas no casan con mis pies
cuando las abandono en el suelo.

Soy único en mis diferencias,
pero normal como todos,
y es que en el fondo, todos nos parecemos en algo:

preferimos que nos quieran por nuestros defectos

porque son más fáciles de mantener que nuestras virtudes.