martes, 3 de octubre de 2017

Normalidad

Lo desconocido era aquello que no encontraba en mis bolsillos,
la distancia asomaba en el filo de cada palabra,
los felinos bostezaban en las revistas
y un mar de piedra recubría la luna.

El teclado escribía kjwngwv lo que quería,
al teléfono sólo llegaban mensajes que no eran para mí,
una sonrisa perdía color en el sepia de las fotos
y al otro lado del mundo alguien repartía el correo en trineo.

Un ‘joder, que bonito’ esculpía una esfinge,
el teléfono presidencial callaba en su mesa,
dos espadas se enlazaban en la tinta de un escritor
y medio planeta miraba a su otra mitad vía satélite.

La carcajada era el alquiler de una pizca de vida,
una naranja era exprimida con zuma delicadeza,
 olfato y gusto cambiaban de sentido en labios distintos
como dos manos encajan opuestas en un saludo.

Los casquillos se amontonaban oxidados
entre montañas de discos de música de antes,
el aire era sólido pero se derretía
en el eco de un ángel cantando ‘What a Wonderful World’
a capella.

Y un día inusualmente tranquilo,
como un prado sembrado de gaviotas alzando el vuelo
un obús interrumpía una fiesta,
el suelo cerraba las copas en un golpe de cristal y no de efecto
y tu hermana o tu padre eran portada de una guerra que no aceptaba devoluciones.

Entonces, venía a la mente la sombra de un cisne
las estadísticas de los márgenes de los libros de historia
las hectáreas de flores arrancadas para fabricar petróleo
el marfil que no vale la muerte del elefante.

Y todo era asquerosamente normal,
así como el trote agolpado de la injusticia.

Cómo duele lo que no sale en los periódicos.

Yo esta guerra no la he firmado en ningún sitio.

jueves, 28 de septiembre de 2017

Día cero

He pasado más de un año sin publicar. Lo sé. 

La vida. No he dejado de escribir, pero sí de publicar. Que en mi caso es delito, porque de nada sirve la luz que no ilumina. Pero... ¡buenas noticias! Tengo varios proyectos en mente y según vayan cogiendo forma os lo haré saber.

Puede que os deba una explicación. No ha sido el miedo a la hoja en blanco. Ha sido una oscuridad desde el fondo de las cosas. Un veneno lento que cae suave, gota a gota contra el cráneo. Los dedos se han agarrotado contra el teclado y hay un pánico. Un delirio. Algo que me ha impedido seguir. El pienso que se da de comer a los humanos. “Pienso, luego existo.” ¿Merece la pena? ¿Y si estoy acabado antes de empezar? ¿Cuándo viene la parte en que triunfo, en que soy dueño de mi destino y escribo? 

Ahora siento que ese momento ha llegado. He vuelto.

Miro el reloj, cada vez me queda menos y tengo tanto por escribir… tanto por destender de esta telaraña de cristal... tanto por comprender. Tengo mi vida sentada en su mecedora, y está mirando al futuro sacarse los bolsillos. No hay tiempo. Es ahora y siempre. Ahora o nunca.

Soy el renacido. El ojo despierto del huracán abatido. Una tormenta en las pupilas. El hedor sudoroso de la victoria. Un piano tocando para un teatro vacío.  Y qué más da, pues estoy dispuesto a morir en este intento. Estoy dispuesto a cartografiar el futuro aunque sea en una servilleta de bar. A reflotar con palabras, ejércitos de barcos hundidos. A comandar esta expedición a lo desconocido.

                                                                                despegamos.
 Siéntense y abróchense los cinturones, que