jueves, 28 de septiembre de 2017

Día cero

He pasado más de un año sin publicar. Lo sé. 

La vida. No he dejado de escribir, pero sí de publicar. Que en mi caso es delito, porque de nada sirve la luz que no ilumina. Pero... ¡buenas noticias! Tengo varios proyectos en mente y según vayan cogiendo forma os lo haré saber.

Puede que os deba una explicación. No ha sido el miedo a la hoja en blanco. Ha sido una oscuridad desde el fondo de las cosas. Un veneno lento que cae suave, gota a gota contra el cráneo. Los dedos se han agarrotado contra el teclado y hay un pánico. Un delirio. Algo que me ha impedido seguir. El pienso que se da de comer a los humanos. “Pienso, luego existo.” ¿Merece la pena? ¿Y si estoy acabado antes de empezar? ¿Cuándo viene la parte en que triunfo, en que soy dueño de mi destino y escribo? 

Ahora siento que ese momento ha llegado. He vuelto.

Miro el reloj, cada vez me queda menos y tengo tanto por escribir… tanto por destender de esta telaraña de cristal... tanto por comprender. Tengo mi vida sentada en su mecedora, y está mirando al futuro sacarse los bolsillos. No hay tiempo. Es ahora y siempre. Ahora o nunca.

Soy el renacido. El ojo despierto del huracán abatido. Una tormenta en las pupilas. El hedor sudoroso de la victoria. Un piano tocando para un teatro vacío.  Y qué más da, pues estoy dispuesto a morir en este intento. Estoy dispuesto a cartografiar el futuro aunque sea en una servilleta de bar. A reflotar con palabras, ejércitos de barcos hundidos. A comandar esta expedición a lo desconocido.

                                                                                despegamos.
 Siéntense y abróchense los cinturones, que

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