miércoles, 29 de octubre de 2014

Tronos de papel

La verdad es un libro de hielo encima de un estante al que aún no ha llegado el hombre. O eso dicen. La gente mira desde abajo y opina sobre el color de su lomo. Y trepan de estantería en estantería,  devorando libros o usándolos como plataformas de salto y no como fuentes de lava hacia las que calentar las manos.

Yo sólo digo: a lo mejor los libros no tienen la respuesta si no que sólo formulan las preguntas adecuadas (benditas preguntas). A lo mejor la verdad está aquí fuera, entre nosotros con lomo pero de caballo y no crines de Times New Roman, y no la vemos porque miramos hacia arriba para buscarla o hacia abajo para contestar al móvil. Quién sabe, a lo mejor le sucede como al lenguaje, que lo cuidamos poco y cuando queremos decir ‘te quiero’ decimos ‘te quiero y…’ o ‘te quiero pero…’ y pasamos por encima de las palabras como por una alfombra de cenizas aún ardiendo.


Puede que no sea bueno pensar en estas cosas y me esté mordiendo las manos. No me hagas mucho caso, que a veces desvarío. O eso dicen. Será que ven que me hallo sentado encima de una torre de papeles arrugados escritos por mí, y que cada vez que termino uno, lo sumo a la montaña y me siento unas micras más lejos del suelo.

domingo, 5 de octubre de 2014

Ciudadanos de un lugar llamado Krypton

No lleva un uniforme debajo de la camisa.

No se llama Mahatma, Martin ni Teresa.

Pero cree en el hombre que encierra cada hombre
en el hambre que cierra cada estómago
en el amor como única justicia
y extiende el brazo para levantar al caído
aun si eso retrasa su llegada a la meta.

Porque nada importa
si no importa nada
ya no quiere vivir deprisa
para morir
de
prisa.

Día a día, trabaja en la sombra,
allá donde ni el sol quiere presentarse
por miedo a que la miseria, la enfermedad, la guerra o la soledad
puedan contagiarse.

Es mi héroe, humilde,
anónimo,
de los que nunca tendrán una placa
ni saldrán en televisión
de los que se descuelgan la capa al llegar a casa
para ser
padre, madre, hijo
carnicera, profesor, oculista.

Sólo quería decirte,
si me estás leyendo, gracias.
No te rindas.

Tus manos se embellecen con cada callo que brota
de tu esfuerzo
por hacer de este mundo algo mejor.