miércoles, 9 de diciembre de 2015

Alce, su copa

Te señalan con el rifle,
te apuntan guiñándote un ojo,
presionan el gatillo y brotan críticas,
flores,
palmeras, semen.

Hay una orquesta tocando
para ti.

El director extiende la mano acariciando un espejo,
y las balas cortan la lluvia
y las trompetas como brochas
pintan música en el aire,
y los perros agitan la cola
y el público sigue el ritmo con tus hombros.

Es una orquesta
y tú un alce en el escenario,
pánico en el orden, el ligero empujón hacia el caos
que mantiene el mundo imprevisible.
La grada aplaude sin cansarse.

—Sólo paran los que recuerdan que deben
trabajar el día de después,
nadar hasta el siguiente madero,
vivir un día más; el resto
morimos en cada instante
apostamos todo a nuestro futuro
todo al negro,
hasta que nos echen del camino.—

Y vienes tú y me dices que
estos mapas no sirven
que es
una orquesta y eres
un alce en el escenario,
una tormenta esperando su barco.

Que los mapas no sirven, que las partituras no sirven, que las normas no sirven
porque están perdidos de propósitos
que tú
eres un alce que está
subido a un escenario
y que si quiero que esto tenga algún sentido

será mejor que dispare.