martes, 10 de diciembre de 2013

Emigrante ilegal

Tengo una tristeza que necesito poner nombre,
un vacío que no me lleva hacia ningún puerto
ni me deja ser más que un cascarón fantasma
que el viento bambolea.
Es una tristeza que huye en patera,
y cruza las cuchillas en sentido contrario queriendo volver a casa,
pues desde que el cielo se ha hecho trinchera
los que hemos quedado a este lado del abismo
peleamos por vivir y no por ser felices.
Y se nota. Y a nadie importa.

Pero parad de remar, yo me bajo,
que entre tanto vértigo no sé qué sentir...
No quiero mis precipicios con vistas al futuro,
pues ya ni eso consigue hacerme olvidar las cicatrices,
sólo me alarga la vida en cómodos plazos ilusos,
pasajeros,
de un tren con cuatro estaciones al año
y una parada cardiaca por día…
Y no sé nadar, pero salto al agua
no sé vivir, pero escapo a la muerte
y mientras el humo denso de los coches me cala los huesos
el agua salada me rellena las cuencas de los ojos
para que pueda
exportar mis lágrimas a precio de inmigrante
y mi sudor a precio de mendigo,
pues no tengo más país que el que dejo a mis espaldas
y no queda nada en mis tripas
que no sea la esperanza,
y este miedo a que un día tropiece hacia dentro
y me encuentre, agazapado
en el baúl de las cosas que nunca llegué a ser,
arañando la tapa sin poder salir de mi mismo,
esperando como un idiota
a que vengas y me salves en mis siete vidas.
cuando aún no he conseguido verte en esta.

2 comentarios:

Diego Rinoski dijo...

Muy bueno, si señor, saludos..!!!

Anónimo dijo...

Buenisimo!! Bss