lunes, 10 de noviembre de 2014

Corrupción, dame el precio exacto de las cosas

Existen fluctuaciones monetarias que determinan
el agujero del cinturón por el que nos tenemos que abrochar.

Aquí  se deshoja al que no tiene
para que personas que no cobran lo suficiente,
 —pobres,
el dinero nunca es suficiente, por definición—
reciban sobresueldos por un trabajo que no hacen.

En contraste, desde un balcón en el centro de Madrid se suicida una flor
por no poder pagar su hipoteca.
Se ha visto en las noticias.
Estrellada contra el suelo
nadie corta el tráfico, se engancha  en las ruedas de un tráiler
perdiendo pétalos sin olor.
Grita, pero no se oye su grito.
Las ambulancias encienden las luces de sus sirenas,
pero no suenan.

Porque si sumas todo el ruido,
sólo obtienes silencio.

Se siente en las noticias.
Un silencio que se levanta y camina por sí solo,
lo llaman corrupción porque huele a papel,
pero sabe a chocolate suizo caducado y maloliente, corrupto
sabe a urnas apiladas para gobernar desde las nubes
a los habitantes del suelo.

Corruptos.

El cáncer de este país. Fraudulentos. Corruptos.
Hasta ahora inmunes a la ley. Sonrientes. ¡Corruptos!
Temed.
Que la justicia, como quien deja la droga,
está dejando las malas costumbres,
empezando a depender de sí misma
y no del tamaño de la cuenta corriente del acusado.

En una habitación de hospital
se le cae el pelo a la persona equivocada.
Apaga la televisión. Vomita a un lado.