He dejado abandonado este barco, y a pesar de ello, sigue a
flote. Puedo notar el mástil gruñendo, como una estaca clavada en la noche.
Escucho al viento correteando entre las velas como un niño jugando al
escondite. Y se esconde bien, pues nadie nunca lo ha llegado a encontrar.
Este barco a la deriva, que es mi mente y son mis manos
remando en círculos. Este barco que me espera paciente a que zarpemos a las
estrellas que amanecen en otros planetas, a la cascada final del fin del mundo.
Este barco cuyo timón llevo tatuado en el pecho. Este barco.
Mientras camino por cubierta, la madera cruje y se despierta.
Es la memoria llamando a mi puerta y no puedo hacer otra cosa que dejarme
llevar. Juntos, este barco y yo, hemos visitado tantos sitios… Los océanos son
nuestra casa, las playas nuestra terraza de espuma. Los recuerdos que tenemos en nuestra cabeza, a
veces son tan nítidos que uno los puede agarrar, abrir y pasar páginas, como un
álbum de fotos. Recuerdo por ejemplo, los delfines en Cuba, las batallas en
Gibraltar y los temporales en medio del Atlántico.
Ahí está mi primer amor, con ojos azules y tristes, como un
mar que no consigue enamorarte. Ahí están mis padres, comiendo conmigo en la
cocina de un quinto sin ascensor. Ahí mis amigos, bebiendo a la salud de la
distancia, del tiempo sin vernos, de las mil historias por contar que tal vez quedarán
por siempre sin contar.
Mis hombres me miran sin saber muy bien si soy por fin yo. También
temen que la Tierra sea una piedra lanzada por los dioses, jugando a la rayuela.
Temen que los dioses solo bajen a ella, cuando por equivocación, pisan la
casilla equivocada. Temen estar solos en esto. Y al final, es esa soledad
conjunta la que nos une.
Levad anclas que el capitán ha vuelto. Tengo rumbo, una
estela de fuego que seguir por el cielo. Porque yo creo que ya hemos encontrado el motivo, pero cada
vez que alguien lo ve, lo vuelve a esconder para el siguiente. Y así, la Tierra
es un paraíso de tierra escarbada, de tesoros enterrados en corazones vacíos.
De tumbas profanadas para buscar el
fondo de las cosas.
Y bueno, no sigo. Porque este barco, lo es todo. Y hablar de
él no le hace justicia. Hay historias tan profundas y tan eternas, que uno
tarda más en contarlas, que en vivirlas.