lunes, 27 de enero de 2014

Loco, pero de puertas para adentro

-Pase, pase.
Entré decidido. Cerré la puerta tras de mí y esperé impaciente.
-Es la primera vez que hago estas cosas, la verdad.
-No se preocupe, siéntese y póngase cómodo – me respondió el doctor mientras seguía tecleando datos en su ordenador.
Yo busqué con los ojos una butaca de esas reclinables. Porque todo psicólogo que se precie debe tener una. Es una norma no escrita, pero estoy casi seguro de que en la carrera de psicología hay una asignatura específica para elegir bien la butaca sobre la que posarán sus cabezas los pacientes, pues una butaca es algo que deberá soportar el peso de los problemas de todo tipo de personas, luego tendrá que ser: polivalente, multidisciplinar, versátil… Y eso no se puede decidir a la ligera, necesita por lo menos un año de preparación para entrar en contacto con el mundo de la moda butaquil. La idea me hizo gracia, pero supe disimularlo. Esto es serio, no te rías.
Lamentablemente mi teoría se hizo añicos al ver que la butaca brillaba por su ausencia. Dos sillas y una camilla al fondo. Nada que no tuviese una consulta cualquiera. Aún así era una decisión importante. Silla. Camilla. Silla. Camilla. Silla…. Decidido. Silla. Y me senté.
Aún oía al doctor pulsando teclas.
-Bueno, cuénteme.
-Tampoco mentiré diciendo que soy perfecto porque entonces esta terapia no serviría para nada. Sólo diré que la primera vez que vi un tigre blanco me pasé la noche pensando que el pobre no había tomado el sol lo suficiente; que a veces confundo mis personajes cuando se junta público de sitios distintos; y que cuando salga en cartelera la historia de mi vida no tendré un asiento fijo reservado. Pues no podría estar sentado ni un minuto.
Emm…. soy el Don Juan de las citas a medias. No me gustan los viajes largos en coche, pero los soporto en bus porque puedo leer tranquilo sin marearme. No sé cuándo parar. No sé cuándo empezar. Suelo dejarme llevar y hasta ahora no me ha ido nada mal. Es como si las historias se enlazasen en mí mientras avanzo. El mundo viene a mí a pedir que le dé vueltas. La gente me necesita más que yo a ellos, o eso me repito cuando cierro la puerta y grito…
-Perdone pero…
-…Canto a menudo y mis vecinos no se quejan. Leo en alto lo que me tengo que memorizar. Tengo la vida tan desordenada como mi cuarto, pero en mi caos particular sé dónde están las cosas. No necesito mapas, me oriento con facilidad. Huelo cuándo se avecina tormenta, literalmente: sé cuándo va a llover. Sé también cuándo mienten las personas pero nunca tiro del telón por si quieren volver al escenario para…
-Perdone que le interrumpa, pero es que no sé por qué me está contando esto.
-¿No es usted psicólogo?
-No
-Pues entonces tendré que añadir eso a mi lista de defectos, es que soy un poco distraído ¿Sabe? A veces me miro al espejo y digo ‘¡pero tú cómo has conseguido sobrevivirte!’ Pero es que son muchos años ya conociéndome y es curioso como cada día me sorprendo más… El otro día, sin ir más lejos,…

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