martes, 16 de abril de 2013

Los gigantes nunca mueren

O tal vez sí.
La muerte todo se lo lleva. Y las lágrimas no traen nada de vuelta.
"Te entiendo tía". Tú qué vas a entender. El vacío que deja alguien tras de sí no lo llena nada. Ni siquiera tus condolencias. Pero agradezco de verdad que estés ahí. Es algo raro. Muy duro. Lo siento pero tengo que estar sola.... pero no te vayas.... pero déjame..... pero...
-Gracias. -dice sin saber siquiera a quién habla.
 Sonrisita y vuelta adentro, a su rincón de oscuridad. Cogiéndose las piernas y acercándolas al pecho, se hace una bola. Las cosas así parecen más lejanas, e incluso no existen por momentos. 
Cierra los ojos esperando despertar, pero al abrirlos sigue viviendo la misma mierda.

-Por favor, dejadme sola.- pide. Su tono no admite réplica. Tampoco hace falta que diga nada, pues ya baila sola con su tristeza, entre la gente, diciéndoles lo que quieren oír,. Pero nadie la ve. Nadie ve su alma hecha pedazos. Sólo su semblante firme, serio y sonriente. Su máscara. "El abuelo habría estado orgulloso. Sé fuerte. No llores"

Es un pez que aletea en el suelo por querer respirar.
Pero le sobra el aire.
Necesita gritar y patalear contra todo.
Pero no tiene fuerzas.
Es un barco siempre a punto de hundirse o un madero saliendo a flote a duras penas.
Un vaso a punto de desbordarse, de esas inmensas ganas de llorar que la hacen sentirse como una tonta. "Si lloras por alguien hazlo cuando de verdad merezca tus lágrimas"
¿Quién se las merece más que tú abuelo?

Porque es muy triste ver morir a un gigante, quién diga lo contrario aún no se ha derrumbado. Lo aplasta todo a su paso mientras cae, y una vez caído, cuando ya no se levanta, la                               lo habita todo. Y duele. Como el silencio que estalla después de una batalla.

Pero es aún más triste haber vivido junto a un gigante y no reconocerlo hasta sentir el enorme vacío que deja atrás.... cuando la muerte alarga su sombra, y los ve como son y te hace ver cómo fueron. Héroes. Gigantes. Y se los lleva como fueron porque ya no serán más.

-Adiós, gracias por venir. Hasta luego. Saluda a la tía cuando la veas. Adiós. Adiós. Hasta mañana.
Cierra la puerta, sube las escaleras y se encierra en el silencio, con la certeza de que allí ya no habrá nadie. Se tumba boca abajo y estrella la cabeza contra la almohada. Para ahogarse en las mareas de su mar de lágrimas.
No sabréis el valor de una lágrima hasta que no  la derraméis, así que no juzguéis por qué lloran sus ojos.
Que para echar de menos algo, hay que perderlo. Y ella lo ha perdido para siempre.

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