martes, 2 de abril de 2013

Quieto, no muevas ni un músculo...

... Te está mirando, haz algo.
Algo sensato, pero no aburrido, lo suficiente para que se fije en ti pero que no quedes ridículo. O mejor no hagas nada. Nada mejor.
Comienza el baile. Se acerca otro depredador impaciente al que descoloca con un gesto y devuelve con el rabo entre las piernas. La buena música amansa a las fieras, y ella es dueña de todas las notas que hacen vibrar a cualquier hombre. En sus curvas se agotan los ojos que la miran. En sus ojos se derrite el cielo. ¿Quién eres tú para mirarla? ¿Qué puedes hacer ante algo tan perfecto? Nada más que mirar. No apartes la vista.
 Estás atrapado. Embobado como el que mira al rojizo mar de un atardecer cualquiera. Borracho de su olor. Y lo sabe. Y se sonríe. Y te mira como nadie lo había hecho antes.
Y de repente te hace caer hacia afuera, hacia ella,  como si fuese ella ahora tu centro de gravedad, como si tuviese en esos rojos labios la razón de tu existencia.

¿Has sentido alguna vez cómo un músculo se te queda pillado sin ningún por qué? Demasiada tensión instantánea que hace que el músculo se colapse y no responda. Pues el corazón es un músculo muy fuerte. Y tu "por qué" tiene nombre, pero no lo sabes. O no quieres saberlo, porque está a dos pasos de ti y un "Hola me llamo..." ¡¡Qué importa cómo te llames!!. Deja de hacer el idiota. Las chicas como esa no se fijan en chicos como tú.

Finge que no te importa. Atraviésala con la mirada como el que mira a través del cristal sin ver el cristal transparente. Así. ¿Ves? No es tan difícil. 
O si no invéntate una excusa para acercarte, un "¿me sujetas esta copa?"o un "¿De qué mar has salido, sirena?". Alguna pregunta tonta que ya sepas. No. No lo hagas. Mejor espera. Espera. Espera. Ya  está, ya se ha ido. Ya eres libre.

Pero no quieres serlo. La libertad comparte mesa con la soledad y lo sabes demasiado bien. Te gusta su perfume de cadenas. Acércate a la barra y pregunta por ella al camarero, como un cazador que ha perdido el rastro, como un príncipe buscando una princesa a la que quepa el zapato de cristal que tallas por las mañanas y haces añicos por las noches.
Acércate a la barra y grita todo lo que le gritarás a la almohada de tu cama vacía. Acércate al altar de los lamentos a beberte en tequila las historias que no pasarán entre vosotros. Acércate a buscarla como el que busca un papel importante en una montaña de folios en blanco. Lánzalo todo por los aires. O no. Quédate quieto. No hagas nada. Es lo fácil.

¿A dónde vas? No vayas a la puerta. No salgas. No cruces ese semáforo en rojo. No sigas a ese abrigo que huye dejando al mismo viento atrás. No cojas esa mano desconocida al tacto de tus dedos. Y lo que es más importante di algo. ¡Di algo! Haz algo aunque te descoloque su sonrisa, aunque te de igual ya todo, porque has conseguido hacerla sonreír.

1 comentario:

Unknown dijo...

"La libertad comparte mesa con la soledad y lo sabes demasiado bien". Precioso. ME ENCANTA. Artista.