miércoles, 29 de octubre de 2014

Tronos de papel

La verdad es un libro de hielo encima de un estante al que aún no ha llegado el hombre. O eso dicen. La gente mira desde abajo y opina sobre el color de su lomo. Y trepan de estantería en estantería,  devorando libros o usándolos como plataformas de salto y no como fuentes de lava hacia las que calentar las manos.

Yo sólo digo: a lo mejor los libros no tienen la respuesta si no que sólo formulan las preguntas adecuadas (benditas preguntas). A lo mejor la verdad está aquí fuera, entre nosotros con lomo pero de caballo y no crines de Times New Roman, y no la vemos porque miramos hacia arriba para buscarla o hacia abajo para contestar al móvil. Quién sabe, a lo mejor le sucede como al lenguaje, que lo cuidamos poco y cuando queremos decir ‘te quiero’ decimos ‘te quiero y…’ o ‘te quiero pero…’ y pasamos por encima de las palabras como por una alfombra de cenizas aún ardiendo.


Puede que no sea bueno pensar en estas cosas y me esté mordiendo las manos. No me hagas mucho caso, que a veces desvarío. O eso dicen. Será que ven que me hallo sentado encima de una torre de papeles arrugados escritos por mí, y que cada vez que termino uno, lo sumo a la montaña y me siento unas micras más lejos del suelo.