Madrid, 22:00. Las calles se
visten de luces, una familia de guiris se hace fotos con el árbol de Navidad de
la Puerta del Sol, adolescentes en manga corta realizan un espectáculo de
saltos y acrobacias, una niña pequeña tira de la falda de Minnie Mouse para
llamar su atención.
Madrid 22:05. La gente hace cola
para ver de cerca el belén de la Plaza Mayor, porque nos gustan las filas y el
orden. Si invirtiésemos en otra cosa todo el tiempo que perdemos en lo inútil…
Madrid 22:06. ‘La música es el eco de un mundo invisible a
los ojos, hazme visible.’ reza un cartel, mientras su autor afina un violín
con las cuerdas desgastadas y a punto de romperse. Se cuadra delante de un
público que no le mira y toca la primera nota que flota en un mar de ruido.
Madrid 22:08. Un árbol disfrazado
de hombre pide dinero a cambio de oxígeno. ‘Transformo el aire que respiras’
parece decir, los pájaros amaestrados de sus ramas se posan en hombros de cualquiera.
La naturaleza se prostituye por un poco de abono en Huertas.
Madrid 22:10. El violinista
continúa tocando ‘Do they know it’s
Christmas’ ¡Qué difícil es tocar con este frío! Los dedos tiemblan al notar
cada cuerda vibrando. Según las últimas encuestas, duermen alrededor de 700
personas en la calle, y es Navidad para todos. Aunque algunos nunca lleguen a
saberlo…
Madrid 22:13. La canción termina
y él describe una amplia reverencia a su público inexistente mientras recoge
las cosas para cambiar su posición. Se escucha “Ota, ota” , unas manos diminutas aplauden. Y la niña de tres años
se acerca sentándose en el suelo, a apenas un metro de nuestro violinista. ‘Ota’
dice con una sonrisa de oreja a oreja.
Madrid 22:15. ‘Hazme visible’, ‘Hazme visible’, ‘Hazme
visible’ Saca el arco, enfunda una
flecha en su violín y apunta un gracias hacia el cielo. Concierto de una
orquesta de un solo componente para un nutrido público formado por una niña que
aún no controla sus esfínteres. Ríe, baila. La niña aplaude. La música
enciende la noche.